Mis primeritos días

Esta entrada está basada en mis días de Erasmus en Siena. Puede que te sientas identificado con todo, con nada o solo con algunas cosas; puede que te traiga muchos recuerdos o que te sirva de guía si te vas a ir a vivir un año en Siena.

Todo comienza con un “Paula, son las seis”. De repente todos esos nervios que creías que no tener aparecen, te das cuenta de que te vas YA, de que no hay vuelta atrás, “alea iacta est” piensas cuando subes al avión. Despedirse de tus padres ha sido un poco incómodo, tanto la primera vez en el aeropuerto de Madrid, como la segunda en la Piazza del Campo, cuando se fueron tras su primera visita a Siena. Pero como son todas las despedidas realmente.

Después de un largo día de aviones, autobuses y esperas innecesarias en Florencia, llegas a Siena con 0 idea de para dónde tirar. Esperas a tus amigos que, supuestamente, iban a venir a por ti y tu amigo con el que has viajado (y menos mal que no has ido sola, por las esperas innecesarias sobre todo). Pero allí no aparece nadie y decidís investigar la ciudad y buscar algún punto con wifi para poder comunicaros. El camino de Gramsci hasta la Piazza se os hace ETERNO, y con los dos maletones ya ni te cuento. Seguís la corriente de gente que hay de camino a la Piazza y llegais a la esquina de Banchi di Sotto con la Piazza. Flipas  con la vista que hay de la Torre del Mangia y además te das cuenta de que hay wifi, –primer snapchat del Erasmus–.

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Por fin consigues comunicarte con tus amigos y por fin conoces a tu compañera de piso; lo primero que piensas es que está como una cabra, idea que se corroborará con el tiempo. Esa misma noche, en vez de salir, acabas viendo Anastasia, no digo más. Te enseña tu casa y tu habitación, y estás encantada. Quieres deshacer la maleta e instalarte del todo pero tienes muchas cosas que hacer primero: el carnet de la ESN (para el cual necesitas dos fotos que NO tienes, –primer gasto doloroso del Erasmus–), la compra, la tarjeta del móvil… Los primeros días se resumen en ir a sitios a firmar y a que te firmen papeles: el Learning, el Codice Fiscale, el contrato del piso… Pero las primeras noches… lo que daría ahora mismo por volver a vivir esas primeras noches. Bajar a la Piazza con tu cerveza Dana, la más barata del Conad, y que cada día hubiera gente nueva; y conoceros y abrazaros y no imaginar lo que ibais a vivir juntos… Y las primeras fiestas… la primera Contrada, la de la tortuga, con los panes y las sillas y los escenarios… Y la primera noche en El Cambio (que es Al Cambio en realidad pero realmente ¿quién lo llama así?) y en el Bellavista, que olía mal y no nos ponían reggaetón… Y las “recenas” en tu casa, y en las de tus nuevos amigos. Y las macarronadas, y quedar los domingos para comer como si fuéramos una familia, aunque nos hubiéramos conocido hacía dos días. Y las primeras excursiones, y las primeras fotos juntos… Y lo contenta que estabas de haber encajado tan bien con la gente, y con tus compañeras de piso.

Llevas dos semanas saliendo todos los días y crees que podrías vivir así toda tu vida. Te acuestas a las cuatro de la mañana y te despiertas a las diez sin resaca. Eres capaz de funcionar bastante bien en las mañanas de turismo cuando vienen tus padres a visitarte, a pesar de haber salido la noche anterior sin privarte de nada. Llega la Welcome Week, que aunque pensabas que iba a ser mucho más loca de lo que realmente es (¡ojo!: tienes una oportunidad en el segundo cuatrimestre y no la dejas escapar), la disfrutas igual.

Llega octubre y tienes que centrarte un poco. Empiezas a ir al curso de italiano (porque necesitas uno urgentemente: el acelerado que hiciste en Madrid resulta escaso). Empiezas a ir a las clases (donde te das cuenta de lo mucho que necesitas ese curso). Te das cuenta de lo rancios (y sobre todo rancias) que son los italianos. Ni un mísero “ciao” ni una sonrisa cómplice en las clases…; nada, eres invisible para ellos. Entonces te prometes a ti misma que el año que viene cuando haya un erasmus en tu clase, en Madrid, le pasarás los apuntes, a limpio incluso, para que no tenga ninguna dificultad; le propondrás quedar y enseñarle la ciudad, y le ayudarás en todo lo que no te han ayudado a ti tus compañeros. También te das cuenta de que eso de que le hacías un poco la pelota al profesor y te daba los apuntes y las preguntas del examen es una leyenda urbana. Más adelante también te darás cuenta de que para aprobar vas a tener que hacer lo inimaginable en un Erasmus italiano: ir a estudiar a la biblioteca.

Lo que más claro te queda, por si tenías alguna duda, es que cuanto mejor te lo pasas, cuanto más disfrutas, más rápido pasa el tiempo, y  cuando te quieres dar cuenta apenas queda un mes para el Palio: tarde o temprano vas a tener que comprarte el vuelo de regreso. Pero este es otro tema del que ya hablaré otra semana. O quizá no, quizá no hable nunca porque no quiero aceptar que esto se acaba y no hay manera de que se pare el tiempo.

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Foto tomada el 19 de septiembre en la Contrada de la Tortuga.

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